La critica que nos ocupa es de un restaurante que no he llegado a probar por culpa de la camarera que nos atendió, o mejor dicho, que no nos atendió. Por poner a los lectores en situación, era un viernes a eso de las 22:00 cuando asoman las ganas de cenar algo y se empieza con el eterno debate de ¿A dónde vamos?. Después de varios descartes se me ocurre la idea de ir a “A Taberna do Cantón”, sitio al que ya habíamos intentado ir varias veces pero siempre estaba lleno. De los cuatro que éramos dos llegaron antes y otros dos llegamos mas tarde (cuestiones de aparcamiento) observando que ya les habían servido algo de beber, procedimos a acercarnos a la barra esperando a que alguien amablemente nos atendiese. Y aquí empieza lo bonito, la camarera estaba de un lado a otro de la barra, sirviendo, recogiendo, fregando, haciendo de todo excepto mirarnos o decirnos un simple ¡ahora os atiendo!. Después de cerca de diez minutos uno de mis amigos cuando la ve pasar le dice ¡mira, disculpa!, frase que en un primer momento no pareció oír pero resultó que sí ya que la respuesta (bastante meditada porque pasaron varios segundos) fue “un momentito ¡eh! que aquellos de allí llegaron antes y aún no los he atendido ¿vale?” (me falta palabras para describir el tono con el que pronuncio tales palabras pero que me dejaron helado) y se marcho sin más. No os podéis imaginar lo que pasó por mi mente en ese momento y supongo que por la del resto de mis amigos, nos miramos y no comentamos nada, yo no sabía qué hacer. Pasados un par de minutos observando como la camarera seguía a lo suyo me preguntan “Bueno ¿Qué hacemos?” a lo que no tarde ni un segundo en responder con un ¡Irnos!. Después de varios cruces de miradas y tras estar todos de acuerdo cuando se dignó a venir a preguntarme que qué nos servía le dije ¡nada!, acto seguido uno de mis amigos pido la cuenta y nos fuimos.
Bueno, podría extenderme muchísimo más pero lo que quiero es dar un grito al aire para decir ¡DIOS, COMO ESTÁ LA HOSTELERÍA! y pedir por favor que si os pasa lo mismo, no hagáis lo que hice yo, que fue quedarme callado. He decido que la próxima vez se tiene que enterar el encargado/dueño y probablemente algunos de los clientes (eso sí, siempre con educación y respeto) porque si no, nadie se va a dar cuenta de por qué se pierden los clientes y no se corrige la situación porque para ellos sencillamente “no ha pasado nada”.



